Esta se fue, a esta la mataron, esta murió
Por Leticia Valdes para Revista Ramona
"Esta se fue, a esta la mataron, está murió" es una selección del trabajo que viene realizando el "Archivo de la Memoria Trans" desde 2012 con el objetivo de recuperar todo aquel material atesorado por víctimas de violencia institucional. Se trata de instantáneas, recortes, cartas y objetos que han sobrevivido (al contrario de muchas compañeras) y que tenían la urgencia de salir a la luz por lo que, hasta el mes de marzo, se expondrán en el "Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti".
La iniciativa surgió tras la decisión de desempolvar los álbumes y digitalizar viejas fotografías, trabajo que no sólo reunió sino también reencontró a aquellas que por diversas razones se habían perdido el rastro o, peor aún, se habían dado por muertas puesto que la persecución y los ataques han sido siempre un lugar común.
Fundado por María Belén Correa, el archivo también les concedió un espacio para el intercambio de anécdotas y testimonios, pudiendo reconstruir muchas historias de la comunidad travesti, transgénero y transexual no sólo a través de sus imágenes.
Estas alimentan la memoria colectiva, son el reflejo de la militancia en los ojos de la amiga que no está y la resistencia que algunas tuvieron que llevar a cabo desde el exilio.
Son celebraciones de cumpleaños, carnavales y fiestas, risas envueltas en raso, plumas y encaje con el clásico tono pastel de las verdaderas fotos "vintage", esas que no requieren de texturas o viñeteados falsos, ni necesitan simular ser algo que no son alterando sus contrastes o superponiendo capas de color (grandes mentiras de la modernidad producto del Instagram o el Photoshop).
Son encuentros, baile y abrazos aunque resguardados entre cuatro paredes para evitar un encierro peor. Escenarios interiores que se repiten como una constante convirtiéndose en hilo conductor.
Y, si bien existe en este trabajo una estética propia, la construcción tiene que ver con otra cosa: como es sabido, el rol de la curaduría ya no está relacionado exclusivamente con elegir y disponer objetos en el espacio para su simple contemplación, sino más bien con generar una experiencia a partir de un discurso sólido que puede propiciar un choque, ser un reclamo o un lugar de catarsis entre otras posibilidades. En este caso la muestra se convierte en un espacio para duelar, honrar y recordar "el primer paso para llegar a la verdad y la justicia", según María Belén.
El archivo es un testimonio físico de cada historia, quien las hace cuerpo y las legitima confirmando su existencia. El archivo es ese vínculo con el pasado quien define este presente de lucha. Es, a su vez, la memoria cultural, quien construye identidad y alimenta el futuro. "Esta se fue, a esta la mataron, esta murió" es una familia que se reúne, una bandera y una proclama en la voz de quienes son y serán parte por siempre.
La muestra es un trabajo de María Belén Correa, Carlos Ibarra, Ivana Bordei, Carla Pericles, Cecilia Estalles, Florencia Aletta, Catalina Bartolomé, Magalí Muñiz, Cecilia Saurí y Carolina Figueredo. Puede visitarse de martes a domingos de 11 hs a 21 hs en Av. del Libertador 8151 hasta el 4 de marzo de 2018.

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Luces y sombras de un pueblo efervescente en Aluvión
Por Leticia Valdes para Revista Kunst

El fotógrafo argentino Sebastián Miquel presentó un registro sobre la resistencia de los últimos dos años con la calle como protagonista, una contribución a la memoria imprescindible con el foco puesto en un pueblo que no se resigna.

Qué son las imágenes sino huellas, testimonios conformando un cuerpo al que un reportaje fotográfico intenta dar cuenta. Eso es lo que pretende un documentalista: facilitar el conocimiento del objeto fotografiado y difundirlo para que otros expandan su alcance. Poner a disposición sus “hallazgos” posibilita múltiples abordajes pero, por sobre todo, no los condena a ser meros retazos del pasado sino la potencia que consiga interpelar el presente para replantear el futuro. De eso se trata Aluvión, de semblantes endurecidos, manos curtidas y cuerpos cansados conformando una marea luchadora que también pulsa esperanza, grita justicia e invita a salir a la calle – a seguir saliendo – imponiéndose ante las adversas circunstancias políticas, culturales y mediáticas que imperaron en los últimos tiempos.
Aluvión es el tercer libro de este fotógrafo y politólogo, autor además de Abya Yalahijos de la tierra, un documental sobre la organización Tupac Amaru y Gracias Néstor, una crónica sobre la despedida popular al presidente Néstor Kirchner. Aluvión es revolución verdadera, es el reflejo de los que no se dejan humillar. Es lucha, es construcción, una corriente imparable que arrastra todo y a todos a su paso.
En él cohabitan la creación artística y periodística con la armonía que le otorga quien sabe captar la fracción de segundo exacta, quién puede señalar la esencia real de un hecho verdadero respecto de una realidad profunda. Así lo manifiesta Liliana Herrero, autora de su prólogo: “Se trata de una belleza a la que se le suma un dolor, una expectativa y el signo de un tiempo agrio (…)”. Una belleza que emerge de puños cerrados alzándose, golpeando, exigiendo; de luces duras, de angulares dramáticos, de un conmovedor blanco y negro.  
El libro inició cuando las Madres de Plaza de Mayo reanudaron su Marcha de la Resistencia luego de la asunción del gobierno de Cambiemos; y continuó con las numerosas manifestaciones de desempleados y docentes, el torrente del movimiento Ni Una Menos, los fuertes reclamos por los derechos humanos y el rechazo a la Ley del 2X1, entre otros acontecimientos. Está dedicado a Rafael Nahuel y Santiago Maldonado (no por nada su lanzamiento fue en la ciudad de Esquel, provincia de Chubut) y a las presas y presos políticos de la última gestión. En él “no hay objetividad, sí verdad”, señala Miquel: “con este trabajo espero animar a otros a sumarse y pensarse en esta sociedad”.

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Perdidas y encontradas
Por Leticia Valdes para Revista Gata Flora

Vivian Maier, la niñera aficionada cuyas imágenes ganaron fama mundial tras su muerte, fue de quien se habló en la comunidad fotográfica a principios de 2017 tras ser presentada por primera vez en Buenos Aires en la Fototeca Latinoamericana. Pero esta no es la única mujer cuyo legado quedó casi en el anonimato.

La historia de la española MIilagros Caturla, a pesar de no haber tenido la misma popularidad, sorprende por su semejanza. Entre las décadas del 50 y 60 Caturla se dedicó a retratar las calles de Barcelona y el día a día de su sociedad creando un registro histórico que permaneció oculto durante años.
Esta maestra catalana fue una apasionada por la disciplina pero nunca logró pasar del estadio de amateur siendo rechazada y convirtiéndose, además, en víctima de insultos y agravios como muchas mujeres de la época que intentaban realizar esta labor.
Aunque logró ingresar en la Agrupación Fotográfica de Catalunya y ganar algunos premios, su escaso reconocimiento sumado a la decisión de no firmar su material dejaron a Caturla en el absoluto olvido hasta que en el año 2001 un turista estadounidense, Tom Sponheim, compró sus negativos en un mercadillo barcelonés para luego escanearlos y descubrir una gran calidad artística y técnica dentro de su vasto trabajo.
Así fue como empezó la búsqueda de su autoría quien fuera develada años más tarde por la fotógrafa española Begoña Fernández Diez tras una larga investigación. Esto fue posible gracias a una página en Facebook llamada "Las fotos perdidas de Barcelona" donde Sponheim publicó estas imágenes despertando la atención de muchos aficionados que daban pistas sobre los lugares y las personas allí retratadas.
Esto permitió deducir que su autora debía tratarse de una mujer ya que, un grupo de ellas, había sido tomado en una escuela para niñas donde difícilmente un hombre hubiera podido ingresar. La hipótesis quedó confirmada al hallarse en un viejo material de prensa la convocatoria de un concurso exclusivo para mujeres en el que figuraba el nombre del colegio como posible escenario donde las participantes podían hacer fotos. Más adelante Fernández descubrió que una de las instantáneas, que formaba parte de los negativos comprados, había sido premiada en un concurso organizado por el diario “La Vanguardia” en 1961. De esta forma pudo dar finalmente con el nombre de su dueña que figuraba en los registros del evento.
Caturla falleció en 2008 y no pudo disfrutar del reconocimiento que le llegara demasiado tarde. Sin embargo sus fotografías están siendo exhibidas por el mundo, no sólo como documento de una Barcelona que ya no existe, sino también por su asombrosa sensibilidad y belleza. 

Elizabeth "Lee" Miller fue otra desconocida artista y multifacética mujer quien se dedicó durante la Segunda Guerra Mundial a documentar este conflicto de una manera tan cruda como poética. Siendo una de las cuatro únicas corresponsales acreditadas por el ejército de los Estados Unidos, Miller acompañó el avance de su país en Alemania y capturó el desembarco de Normandía, la liberación de Francia, Bélgica y Luxemburgo, entre otros acontecimientos, participando activamente en el registro del enfrentamiento. Sin embargo esto quedó en el olvido junto a la riqueza de sus imágenes.
Su vida fue tan intensa como desdichada. En 1929, luego de abandonar su carrera como modelo de alta moda y tras su viaje a París para estudiar fotografía, Miller se volvió alumna, musa y amante de Man Ray. Posteriormente participó del movimiento surrealista retratando a artistas como Joan Miró, Georges Braque, Max Ernst, Saúl Steinberg y Henry Moore. Pero su relación conflictiva con el fotógrafo la llevó de regreso a Nueva York para abrir un estudio de éxito que, más adelante, también abandonaría tras casarse con el magnate egipcio Aziz Eloui. Así fue como Miller se mudó nuevamente, esta vez al norte de África para oficiar de esposa y realizar sólo algunas fotografías aburridas y poco interesantes.
Cansada de esta situación, en 1937 la artista decidió regresar a París y luego se trasladó a Londres para trabajar en la revista Vogue hasta que sus deseos por registrar los terribles sucesos de la guerra que ya había comenzado, la llevaron directamente a los campos de batalla que le produjeran en el futuro estrés postraumático y un grave problema de alcoholismo. Allí fue donde realizó su trabajo más comprometido cuya impronta surrealista siguió manteniéndose en todos los encuadres y composiciones.
Sin embargo, el fin de la guerra marcó también el fin de la carrera de Miller quien, desanimada, abandonó la disciplina por completo, se casó enseguida con el inglés Roland Penrose, fue madre a sus 40 años y se mudó con su familia a una granja en Sussex (UK) para reinventarse como cocinera gourmet en un intento por borrar su pasado perturbador.
Así lo hizo. Miller terminó sus días en este lugar donde, un año después de su muerte, su hijo Antony descubrió 60 mil negativos, imágenes, manuscritos, notas y cartas. Un registro que le permitió reencontrarse con su madre y con su historia que habría permanecido oculta durante demasiado tiempo.

Los encargos profesionales que realizó la fotógrafa Evelyn Hofer fueron los trabajos que trascendieron dentro de su larga carrera, pero la inadvertencia de su material artístico por parte de los especialistas hizo que su círculo la llamara “la más famosa fotógrafa desconocida de América”.
Nacida en Marburg, Alemania, Hofer pasó los primeros años de su vida huyendo de la guerra, trasladándose a España hasta la llegada de Franco, a Suiza donde tomó lecciones privadas de retrato con Hans Finsler (uno de los pioneros del movimiento "Nueva Objetividad") y, más adelante, a Nueva York donde se formó con el pintor Richard Lindner quien le enseñó todo sobre estética. En ese tiempo comenzó a trabajar para Alexey Brodovitch, director de arte de la revista Harper’s Bazaar y durante las siguientes cuatro décadas publicó en diversos medios como Vogue, House and Garden, The London Times, Vanity Fair, Time-Life Books, Connoisseur, The New York Times y Life, pero su trabajo artístico fue ignorado por críticos y curadores por lo que Hofer nunca expuso en un museo en los Estados Unidos.
Sin embargo, sus imágenes son el reflejo de una incansable búsqueda de la belleza y poseen un delicado uso expresivo de la luz, sobre todo sus retratos, solemnes y dignos, que hablan de una artista con una fuerte postura ante el mundo. Cada guiño, cada elemento que minuciosamente colocó en estas escenas son una marcada crítica a la sociedad y sus condiciones, por tanto, su fotografía sobrepasó lo documental. A pesar de ello ninguna institución demostró interés en su obra, quizás porque el trabajo de la alemana distaba mucho del de sus contemporáneos.
Hofer publicó varios libros, volvió a Europa en su madurez donde realizó algunas retrospectivas y finalmente se trasladó a México donde falleció en 2009. Durante toda su vida estuvo dedicada a la disciplina, no obstante tuvo que pasar un largo tiempo para que su material fuera descubierto, exhibido y puesto al nivel de fotógrafos como William Eggleston, August Sander, Diane Arbus, Thomas Struth y Nan Goldin. 

Nuestra última artista se trata de la única mujer dedicada a la fotografía en las calles británicas de la posguerra. Shirley Baker pasó toda su carrera documentando Manchester y sus alrededores, sobre todo durante el desalojo de familias enteras cuando, a principios de los años 60, los antiguos barrios obreros del norte de Inglaterra formaron parte de un programa de demolición de viviendas.
Al haber crecido allí, Baker pudo desplazarse con total comodidad e interactuar con los vecinos con la confianza suficiente como para participarlos del proyecto que intentó llevar a cabo durante un largo tiempo: su sueño era trabajar para el diario The Guardian, pero esta documentalista abandonó sus aspiraciones al no poder competir en un mundo de hombres. Así fue como se dedicó a trabajar por su cuenta, pasando desapercibida por más de seis décadas, pero ejecutando un sugestivo material con niños, mujeres, ancianos y desempleados a los que retrató con empatía y cuidado, sin caer en sentimentalismos ya que todas sus imágenes denotaban cierta alegría a pesar de las duras condiciones en que se encuentran sus protagonistas que, tras las grandes guerras, vivían entre las ruinas que esperaban su definitiva demolición.

Baker estudió fotografía en el Manchester College of Technology en su juventud y gracias al compromiso con su labor, compiló un extenso registro de familias obreras y barrios carenciados que consiguió publicar por fin a sus sesenta años. Debido a esto, también forma parte de este grupo de fotógrafas que necesitó del factor del tiempo para reivindicar su trabajo, como así la figura de la mujer en el arte, que logró este reconocimiento gracias a artistas incansables como ellas.
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Como un destello
Por Leticia Valdes para Revista Ramona
Un destello, como un pequeño fragmento de realidad, apenas se vislumbra. Hay que hacer un esfuerzo por detectarlo, para luego recorrerlo en la penumbra del primer y segundo piso de la CNB Contemporánea.
Un destello como una pequeña manifestación o la pulsión de un espacio que no trata de enceguecer y deslumbrar con ese brillo incandescente de la grandilocuencia y el espectáculo que nos convertiría en consumidores ordinarios de mercancías (“imágenes muertas, frente y contra nosotros” como alguna vez declarase Guy Debord), sino que busca adentrarnos en un corpus pensado y sugestivo.
La experiencia de la mirada se reconfigura. Aquí las obras van revelándose lentamente ante el espectador que las percibe por partes, fracturadas, hasta lograr observarlas en su totalidad, porque han elegido la sombra como el refugio que las convierte en acontecimiento fugaz, y rechazado la sobreexposición que las transformaría en simple estímulo frío y estandarizado.
Todo vibra suavemente, todo esta allí latente, descubrirlo forma parte de la experiencia. Las sensaciones se entrecruzan así como los efectos que produce la tiniebla, desde la calma y el descanso hasta el temor y el sobresalto.
Los 22 artistas participantes problematizan la oscuridad de su propio tiempo de esta misma y variada forma en un clima donde los sonidos y movimientos sutiles, objetos que apenas dejan verse, que se hacen presentes por unos segundos o que se descubren gracias a las sombras, cobran un carácter espectral.
Instalaciones, videos, fotografías, objetos y dibujos recuperan además nuestra capacidad para observar, procesar y asimilar porque sus condiciones de exhibición nos obligan a concebirlos gradual, atenta y pacientemente. Bajo la curaduría de Cristina Blanco “COMO UN DESTELLO” reivindica el claroscuro, valora, rescata y, sobre todo, subraya la actuación de la sombra en contraposición con lo claro, lo puro y transparente.
La muestra que inauguró el pasado 16 de Junio podrá visitarse hasta el 20 de Agosto, de martes a domingos de 13hs a 21hs en Riobamba 985 con entrada gratuita. Como parte del programa “Arte y Pensamiento” estará acompañada por una serie de actividades complementarias que comprenden la danza, el teatro, cine, música, charlas y conferencias.
EXPONEN: EDUARDO BASUALDO | DOLORES CACERES | AILI CHEN | CHRISTIAN DELGADO | NICOLAS TESTONI | ALFIO DEMESTRE | MATIAS ERCOLE | TOMAS ESPINA | ANA GALLARDO | CARLOS HUFFMANN | IGNACIO IASPARRA | PABLO LA PADULA | ESTEFANIA LANDESMANN | JOSE LUIS LANDET | ROSALBA MIRABELLA | ANDRES PASINOVICH | MALENA PIZANI | RICARDO PONS | FLORENCIA RODRIGUEZ GILES | VERONICA ROMANO | LUCIANA RONDOLINI | DIANA SCHUFER.
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Ocurriencias y regalos (para la vista)
Por Leticia Valdes para Revista Ramona
Más de 60 imágenes otorgan a toda la Fototeca Latinoamericana una atmósfera de extrañamiento en blanco y negro. Es que, hasta marzo de este año, recibe en su espacio de "Distrito Arcos" al fotógrafo madrileño Chema Madoz cuya propuesta es una poesía en si misma.
Sus composiciones, delicadas y minuciosas, representan un universo propio, lleno de "dobles sentidos" y analogías. Al ingresar es imposible no preguntarse qué es lo que esconden, cómo han sido construidas. Sin embargo, el inconsciente es la región del intelecto donde el ser humano no objetiva la realidad y es aquí donde se quiere llegar. Entonces no queda más que internarse en este mundo donde continuamente cambian los sentidos, los objetos cotidianos cobran nuevos significados y donde se juega con la ironía, la metáfora y el absurdo.
Infinidad de simbolismos conforman una realidad fantástica, enigmática, cargada de juegos y ambigüedades. Todo ello a causa de este "escultor objetual" como prefiere ser llamado, quien manifiesta que utiliza la fotografía como un registro para fijar sus ideas.
Las asociaciones son incontables y ciertos desplazamientos formales, aunque mínimos, adoptan gran potencia generando así un lenguaje absolutamente efectivo.
Muchas han sido las comparaciones de su obra con los "poemas objeto" del catalán Joan Brossa. Sin embargo no existe una clasificación única o etiqueta que le corresponda a este artista debido a la magnitud y complejidad de su trabajo. Chema Madoz es un creador, a partir de acontecimientos mínimos, de imágenes obsesivas y sofisticadas.
Hasta el 12 de marzo en FoLA (Godoy Cruz 2620 - Distrito Arcos - Palermo)
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40 años en 24 fotos
Por Leticia Valdes para Revista Ramona

El I Ching es un oráculo milenario chino conocido en occidente como “El Libro de las Mutaciones”, esto es, porque describe la situación presente de quien lo consulta y predice el modo en que se resolverá el futuro. Este texto está compuesto por 64 hexagramas que representan cada uno una idea o “ley universal”.
Al consultarlo a diario, los números son de gran importancia para mí. Por ello, despertó mi curiosidad la decisión de Daniel Merle de elegir 24 fotografías para conformar la muestra que hoy puede verse en el Centro Cultural de la Cooperación y que relata los distintos momentos que surcaron su huella en la construcción de la democracia.
Por supuesto no es un número elegido al azar, todos conocemos los nefastos hechos sucedidos un día 24 hace más de 40 años. Pero lo que llama la atención es el significado que el oráculo le confiere a este número. Según el libro, el 24 es EL RETORNO o EL CAMBIO DE TIEMPO y se obtiene cuando “después de una temporada de decadencia comienza el regreso de la oscuridad hacia la luz”.
Así es como Merle muestra un largo camino desde la noche oscura de la Argentina hasta la crisis del 2001 donde, considera, se proyectaron las últimas sombras de la dictadura.
A partir de ese momento la luz de la democracia (la misma que permitió la formación de estas imágenes) llegó definitivamente, según el fotógrafo: “Los años posteriores al triunfo de Alfonsín fueron ambiguos y peligrosos, con asesinos sueltos, rebeliones militares, obediencia debida e hiperinflación. La democracia llegó después de esta gran crisis, proceso que duró más de veinte años”.
Las imágenes, entonces, acompañan esa transición evocando el mundial de fútbol del '78, la guerra de Malvinas, las tantas manifestaciones en la Plaza de Mayo y en la Plaza de la República, distinguiéndose una sobreexposición accidental que contrapone una marcha de la CGT y una fiesta en la discoteca New York City, dejando en evidencia las dos caras de una misma ciudad que ardía apenas asomaban los años '80.
Una de las piezas emblemáticas muestra a Ernesto Sábato entregando el informe final de la CONADEP al presidente Raúl Alfonsín en la casa de gobierno. Sin embargo, lo más atractivo de este trabajo es cómo el artista incorpora instantáneas de su vida cotidiana, pequeños sucesos de su propia historia que lo convierten al mismo tiempo en actor y testigo. "Graciela y nuestra hija Lucía de casi 6 meses" lleva por título la obra que da inicio a la exhibición y, como si el gesto de la madre tapándose el rostro lo adelantara, el texto continúa: "La dictadura recién comenzaba".
Estas fotografías, que en ningún caso se hicieron por encargo profesional, traspasan los momentos más rudos de los últimos años y trazan el sendero hacia lo que el oráculo augurase:
“La fuerte luz que antes fuera expulsada vuelve a ingresar…
el entendimiento retorna después de la desunión.”

40 AÑOS EN 24 FOTOS puede verse hasta el 24 de abril en Av. Corrientes 1543, Sala Raúl Lozza del Centro Cultural de la Cooperación. 
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Donde radica lo nuevo
Por Leticia Valdes para el Seminario Permanente
de la Maestría en Curaduría en Artes Visuales de UNTREF


Hablando desde el sur pero en clave transnacional, desde "un margen que a la vez busca una nueva centralidad" abrió Nayla Tamraz su mesa en diálogo con Anne-Laure Chamboissier y Ana María Battistozzi en el marco del 10° ENCUENTRO ABIERTO "SUR GLOBAL", evento que formó parte de la BIENAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO DE AMÉRICA DEL SUR "BIENALSUR", un modelo inédito de carácter bianual que desarrollará acciones simultáneas en varios países durante 2016 y 2017 con el objetivo de reivindicar el proceso presente en el arte contemporáneo.
La idea de esta deslocalización que intenta mostrar una perspectiva inusual como una referencia internacional, giró en torno a cada uno de los debates convirtiéndose en el hilo conductor de la jornada que se llevó a cabo en el Hotel de Inmigrantes, sede del Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero en Buenos Aires.
Por su parte, la historiadora y crítica libanesa destacó la importancia de estos espacios generadores de pensamiento para intentar discutir, entre otras cosas, el lugar del arte contemporáneo quien ha estado cruzado en los últimos tiempos por múltiples tensiones, aspectos que Tamraz considera desatendidos y que, sin embargo, lo han redefinido no sólo a él, sino a la propia historia.
Battistozzi reforzó esta idea al cuestionar el modelo "bienal" en tanto plataforma internacional de exhibición argumentando que, si bien atravesó con bastante éxito las décadas de posguerra hasta los años ´90, no aportó nada nuevo desde que los efectos más dramáticos del postcolonialismo comenzaron a transformar la sociedad. La curadora considera que el formato no logró expresar la realidad política a partir del cambio de paradigma histórico que modificó el mapa de relaciones económicas, sociales y culturales cuyos efectos aún padecemos, aunque a partir del nuevo milenio surgieron ciertas excepciones tales como: exposiciones abiertas a otras latitudes o debates previos como la instancia de reflexión que ofrece la propia "BIENALSUR". Sin embargo, impera el formato tradicional que no comprende el mundo que habitamos, ni presta atención a las innovaciones artísticas.
Ante esta problemática será la curaduría como discurso en sí mismo quien deba pararse de un modo distinto. En este punto ambas oradoras coincidieron, sosteniendo que se puede contribuir a la experiencia sensible apelando a la filosofía, o incluso a la poesía, para lograr así interpelar al público: "La poesía gana lugar frente las tensiones, es la libertad y la resistencia frente a los modos de dominación" concluyó Tamraz.
Aportando un corpus a esta disertación, Chamboissier, también curadora, expuso dos proyectos que integró junto a las artistas Marcelline Delbecq y Janet Cardiff, quienes trabajan con instalaciones en una búsqueda personal por narrar a partir del sonido. Sus piezas poco tradicionales, estudian el espacio utilizando un lenguaje diferente, intentando crear imágenes mentales y ficcionando la realidad.
Otros artistas experimentales como Eddie Ladoire y Steve Roden también exhibieron sus producciones durante el primer día de encuentro y fueron puestos en diálogo con el público.
Concluyendo la jornada, haciendo un fuerte hincapié en diferenciarse de las instituciones tradicionales regidas por el mercado del arte, tres espacios independientes se presentaron como una alternativa generadora de nuevas redes e intercambio. Tal fue el caso de "Galería Kiosco" un lugar pensado especialmente para albergar residencias artísticas cuya directora, la boliviana Raquel Schwartz, ideó con el objetivo de visibilizar las preocupaciones del arte contemporáneo fuera de lo hegemónico. Es por esto que desde hace diez años y de manera autogestionada, conviven múltiples disciplinas y se desarrollan clínicas, talleres y charlas intentando, sobre todas las cosas, conectar el arte con la sociedad.
Pablo Caligaris, co-director de "La ira de Dios", concuerda en la relevancia que debe darse a estos formatos que rompen los estándares establecidos y hablan su propio idioma. Por medio de convocatorias abiertas, el curador brinda su lugar a artistas emergentes entrecruzando experiencias de todo el mundo. La invitación a conectar desde un espacio industrial, alejado de la convencional "caja blanca", otorga a quienes lo integran un lugar de crecimiento que funciona también como plataforma de lanzamiento donde se materializan las diferentes propuestas surgidas a partir un vasto trabajo de investigación, en particular a través de la fotografía y nuevos medios. A su vez, también ofrece capacitación y otorga fondos para la producción de nuevas obras.
El curador brasileño Benjamín Seroussi insistió en la importancia de estos espacios colaterales como focos alternativos de creación y remarcó esta idea de descentralizar la mirada para permitir nuevas construcciones de sentido sin limitar la percepción. El espacio que actualmente dirige, “Casa Do Povo”, es otro de los polos alternativos que funciona como lugar de experimentación, en diálogo con el barrio, donde “la memoria sirve como base para la construcción del futuro”. Creado por la necesidad de efectuar prácticas culturales no institucionalizadas en San Pablo, se ha convertido en laboratorio de investigación, espacio de reflexión y motor de proyectos multidisciplinarios.
Esta mesa de debate fue moderada por el curador y gestor Fernando Farina, quien también trabaja como asesor de la bienal.
El proyecto, encabezado por Aníbal Jozami, es llevado adelante desde que comenzó a diseñarse por la curadora e investigadora Diana B. Wechsler, directora del Área de Arte y Cultura de la UNTREF, con el aporte de numerosos profesionales dedicados a la gestión de espacios públicos, de formación y desarrollo, especializados en arte y cultura.
Esta décima entrega transcurrida los días 22 y 23 de septiembre de la que participaron más de veinte personalidades destacadas, dio cierre a la etapa del ciclo de diálogos públicos desarrollados durante todo el 2016 en diferentes puntos del país y del mundo.
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La memoria hecha sustancia

No existe un color tan poético como el azul. Mixtura de sueño melancólico y nostalgia insondable, su tonalidad no agrede ni transgrede, no hiere ni disgusta. Modesto, casi neutro, permanece sereno, llano, se percibe infinito… 

De esta misma forma es como se presenta hoy el espacio de la Fundación ICBC. Y es que sus paredes se han teñido de un elegante azul de Prusia efecto de la cianotipia, técnica elegida por el artista Marcos Mangani para elaborar parte de las imágenes que conforman su muestra “MOVIMIENTO NATURAL”. 
Producto de cuatro viajes a residencias en Neuquén, Salta, Bolivia y El Tigre, la intención de su trabajo fue la de grabar distintos escenarios en diferentes formatos: un modo fue fotosensibilizando papeles y telas, exponiéndolos a la intemperie en ciertos lugares específicos para luego revelarlos con agua corriente, y el otro fue sustrayendo formas y texturas de la superficie del suelo mediante el uso del yeso: “Partiendo de la lógica fotográfica del contacto directo, apoyé yeso en polvo sobre el suelo y dejé que la humedad del mismo lo fragüe, para luego poder trasladar ese fragmento de superficie solidificado”. El resultado intenta relatar esas experiencias reflexionando, sobre todo, acerca de la luz y el paso del tiempo. 

Interpretando la naturaleza 
La curadora general del espacio, Victoria Tolomei, diagramó un programa compuesto por cuatro exhibiciones, todas ellas vinculadas al concepto que se desprende del título: “LA TIERRA QUE HABITO”. Para  dicha iniciativa propuso que las diferentes disciplinas artísticas estuvieran en diálogo con el contexto que rodea a su proceso de producción. Es por esto que el curador invitado en esta tercer ocasión, Federico Curutchet, decidió convocar a Mangani, debido a que el artista necesita del contacto directo con el entorno natural para realizar su trabajo: “Mangani opera como un sacerdote en un ritual, como intermediario espiritual. Aquel que entiende el lenguaje y abre los canales de comunicación para que la naturaleza hable en su idioma sin que su majestuosidad se vea interferida. Su gesto no es solemne ni mucho menos, sino que se entrega de la misma forma que lo hace el soporte. Su virtud principal es la de escuchar, cerrar los ojos y abrir la percepción".  
Pequeñas piezas dispuestas en un intento de reconstrucción de aquel viento, aquellos cielos y lluvias, se adueñan de lugares remotos procurando extraer la emoción de sus instantes, que aparecen fugaces, como los recuerdos de nuestra propia vida.  
Un juego de luces, sombras y palabras colma el espacio, creando una bitácora monocroma que contrasta su rusticidad con la arquitectura neoclásica que la cobija. 
Mangani devela situaciones ocultas, atesora fracciones de tiempo, provocando a los materiales para que estos reaccionen ante su inevitable paso. Ni lentes, ni cámaras se interponen en la relación entre el paisaje y el soporte. El artista busca más bien una revelación, una transformación de la materia: “Camino por la montaña con un laboratorio en la mochila. Observo atentamente el espacio y escucho lo que me propone. Me detengo. Despliego mis químicos, dispongo grandes telas y dejo que se vuelen, se mojen, se entierren, se caigan. Dejo que el entorno intervenga ese plano sin mi control... Esa acción se graba hasta que la obra me avisa cuando está lista”. 

"MOVIMIENTO NATURAL, LA TIERRA QUE HABITO" podrá verse hasta el 30 de Septiembre, de lunes a viernes de 10 a 20hs, en Riobamba 1276. El artista cierra así un ciclo de dos años, para encarar una nueva experiencia, esta vez con la ciudad de Berlín como destino. 
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El rostro como guarida del aura

En palabras de Susan Sontag "muchas personas se inquietan cuando van a ser fotografiadas: no porque teman, como los primitivos, un ultraje, sino porque temen la reprobación de la cámara". 
Para apartarlas de esta idea, los alumnos del taller de fotografía documental  FOTODOC, encontraron un recurso tan interesante como sugerente: el de retratarlas en el momento en que recién se levantan, momento de menor conciencia ante el dispositivo.  

La belleza del sosiego 
Después de meses de investigación y producción, el taller, a cargo del fotógrafo Daniel Merledecidió entonces que EL DESPERTAR sería el tema elegido de su muestra colectiva. 
El disparador fue un grupo de imágenes estilo "foto carnet" que una de las estudiantes le realizó a su hijo momentos después de abrir los ojos. 

"Esa serie tuvo un gran significado para nosotros. A comparación, todo lo demás nos pareció ornamental o carente de interés. Tenía tanta fuerza y, a la vez, era tan simple que abría el juego a infinidad de lecturas. En ella podía verse la verdadera esencia del sujeto. Además, nos llevó directamente a los inicios de la fotografía (cuando las tarjetas de visita o los retratos de control social, ayudaban a identificar y diferenciar a las personas). A partir de allí, en relación directa con la idea rectora, comenzamos a buscar imágenes que generaran ciertos juegos formales provocados, sobre todo, por la correspondencia entre gestos, rasgos y miradas". 

El resultado de esta experimentación fueron casi 1000 fotografías realizadas a más de 200 personas.  
La consigna implicaba evitar el trabajo con familiares o amigos para borrar cualquier subjetividad. Los retratados, entonces, resultaron ser absolutos desconocidos. Según Merle"la limitación más extrema agudiza el sentido de la creatividad". Por eso, y a través de una convocatoria publicada en Facebook, invitaron a todos aquellos que desearan sumarse a la experiencia de abrir las puertas a la intimidad de su casa. 
"Para poder fotografiarlos antes que amanezcan, muchos  tuvieron la confianza de entregarnos sus llaves, otras veces nos recibía algún familiar y, en más de un caso, directamente pasábamos la noche con ellos". 
La manera más noble de conseguir un buen retrato nació a partir de ese estado de indefensión fruto del sueño. Letargo profundo que evitaba todo tipo de "pose" o artificio frente a la cámara. Además, la decisión de utilizar fondos neutros fue clave para lograr que las expresiones sean las protagonistas. 
Finalmente surgió la idea de realizar un "antes y después", es decir, tomar una foto antes de salir del adormecimiento y, en contraposición, otra posterior a él. "Este ejercicio definitivamente completó el trabajo". 
El corpus de la muestra, diseñada íntegramente por los alumnos, quedó constituido por 39 imágenes colgadas directamente sobre las paredes, a excepción de las 4 gigantografías centrales que fueron especialmente montadas en fibrofácil y sostenidas de modo tal que puedan apreciarse por ambos lados.  
En la sala 22 del Centro Cultural Borges, grandes rostros en estado de somnolencia, alterados, despeinados y aturdidos, componen una serie de biografías que acompañan nuestro recorrido generando múltiples diálogos y reacciones inesperadas.  

LA ULTIMA TRINCHERA de Diego Herrera, Natasha Doc, María Martha Gimenez, Maximiliano Carrizo, Jorgelina Rueda, Laura Vallejos Zalcberg, Enzo Velasco y Antonio Maquez puede verse hasta el domingo 7 de agosto en Viamonte 525, esquina San Martín. 

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Nueva era, viejas mañas

Experimentación y creación 
Una lámina delgada de aluminio basta para crear lo que se conoce como fotografía estenopéica. Un verdadero trabajo manual que convierte una caja, o una lata, en el medio para imprimir tanto película, como papel fotosensible. 
Sin la necesidad de grandes equipos, es una de las primeras técnicas utilizadas en el ámbito de la fotografía. Un quehacer de auténtica paciencia y dedicación.  No obstante, profesionales y aficionados continúan practicándola en la actualidad. Y es que el resultado los retribuye con imágenes borrosas, algo desenfocadas y un tanto espectrales. Pura poesía, mezcla de texturas y grandes contrastes. 

El rescate de una antigua habilidad 
Mediante esta práctica, Agustín Rodriguez Kain ha realizado su serie “Ciudades Invisibles”fotografías elaboradas  a partir de elementos reciclados y reveladas de forma artesanal, que invitan a perderse en sus profundidades de campo infinitas, o jugar a reconocer ciertos espacios urbanos que sin duda ganan misticismo a causa de las figuras que dibujan sus largos tiempos de exposición.  
De solemne blanco y negro, simples y rústicas, adornarán durante el mes de Julio y parte de Agosto la galería de Espacio Cultural Dinamo, en el marco del PUNTO DINAMITA, ciclo de muestras de arte curadas por el ojo astuto de la artista plástica Gabi Peperina
Un recorrido sensorial a través de imágenes construidas cuidadosamente, producto de un minucioso y delicado trabajo. “A través de mi obra construyo una relación entre el hombre y la ciudad a partir de la idea de invisibilidad. Ninguno es sin el otro, ya no.” 

Dónde y cuándo 
Hasta el 12 de Agosto la muestra podrá verse en Sarmiento 3096, esquina Jean Jaures, Abasto. 

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Se me olvidó que te olvidé

Víctimas de rígidas divisiones de género, excluidas de cualquier reconocimiento, durante siglos se le ha negado a las mujeres el acceso a la cultura y al estudio del arte. Tal fue esta postergación que las primeras artistas recogidas en los libros de historia (cuyos discursos proponen una celebración de la masculinidad) datan apenas de 1800.
Relegadas a la esfera de lo doméstico, supeditadas a ser las modelos o las asistentes de los hombres o, peor aún, despojadas del crédito por su trabajo (que solía adjudicársele a algún padre, hermano, maestro u artista varón) pocos son los nombres que conforman una pequeña lista de excepciones.

Dos de ellos son los de las abadesas Hitda de Meschede (978-1042) e Hildegarda de Bingen (1098-1179) quienes, durante la Edad Media y gracias a su vida religiosa, fueron elevadas por la fuerza de la institución sobre toda diferenciación sexual mereciendo así acceder tanto a la pintura como a la escritura para dedicarse entre otras cosas a la ilustración, producción de códices y composición musical (beneficios que no hubieran disfrutado de ser simples esposas, comerciantes, campesinas o sirvientas). Sin embargo y a pesar de que trabajaban en los scriptoria de los conventos copiando e iluminando manuscritos igual que sus compañeros varones, no fueron valoradas a la par de sus contemporáneos.

Durante este ‘periodo de florecimiento y exaltación de la feminidad’ conocido como Renacimiento italiano, se cree que las aportaciones de las mujeres fueron mayores. Y, si bien es cierto que existieron aquellas que lograron autonomía económica con el ejercicio de su oficio, dichas libertades solo tomaron la figura de licencias: "las mismas licencias que en los siglos siguientes se ligaron a mujeres a quienes su rango o su fortuna emanciparon de la moral al uso, la cual siguió siendo en general tan rigurosa como en la Edad Media". [1]
Es el caso de Sofonisba Anguissola (1535- 1625) quien, instruida de forma particular por artistas profesionales, comenzó tomando la pintura como un arte de pasatiempo (privilegio de la aristocracia) y acabó consiguiendo una plaza como pintora de la Reina de España motivada por su aspiración de pertenecer a la nobleza.
Esta posibilidad de iniciarse en la práctica, aunque sea de manera informal, fue una ventaja singular puesto que otra de las grandes dificultades fue la prohibición de la participación de las mujeres en la enseñanza académica, gremios, talleres, concursos y mecenazgos.

Artemisa Gentileschi (1593- 1654) fue la primera en ingresar a la Academia del Dibujo en Florencia, pero accedió a la pintura de la mano de su padre, el artista Orazio Gentileschi, quien fue su maestro hasta que le asignó un preceptor privado (uno de sus colaboradores que se tomó la atribución de violarla cuando era una jovencita). En adelante y por tal motivo, sus imágenes estuvieron signadas por fuertes rasgos feministas. Así lo señala la historiadora Teresa Alario: “las figuras protagonistas de su pintura tienen una actitud especial de coraje y llenas de fuerza física y moral que se resisten a ser controladas, sin que haya correlato en los personajes masculinos”. [2]
De esta forma la pintora buscó enaltecer, sobre todo, a las mujeres representadas en raptos y violaciones, temas excesivamente reiterados, como así la innumerable cantidad de
 desnudos elaborados para el gozo y el deleite de la mirada masculina (otra importante arista que se abre en esta historia de maltrato y vejación).
Como si todo esto no hubiera sido suficiente, se sumó una nueva traba en la libertad de las mujeres: la idea de maternidad impuesta como idea de placer. A partir de la primera Revolución Industrial, la ‘familia’ como la base de la institución anuló su vida en sociedad, creando un tipo de feminidad relacionada con la sumisión, la domesticidad y pasividad. En adelante, cualquier tipo de participación, aporte u opinión calificaba a su autora de ‘moral cuestionable’ contribuyendo de esta forma a la dominación de los hombres burgueses en la vida pública y las instituciones políticas. 
Elisabeth Vigée-Lebrun (1755- 1842) fue quien plasmó en sus lienzos esta nueva concepción de la mujer ligada al hogar y la familia. Considerada como la pintora francesa más famosa del siglo XVIII, se especializó en el género del retrato realizando un gran número para la realeza, la nobleza y el alto clero, como también vastos autorretratos cargados de gracia y belleza. Estos rasgos, que también se verán reflejados en las escenas junto a su hija, le fueron adjudicados a las protagonistas de todas sus pinturas que tuvieron a la ‘maternidad’ como tema recurrente. 

Pero la tensión por la diferencia entre los sexos devino en una nueva forma de resistencia: el feminismo. Aunque sin adoptar todavía esta denominación, la toma de conciencia de su opresión y dominación movió a las mujeres a la acción, como el caso de la artista Adelaide Labille-Guiard (1749- 1803) quien a principios de 1790 realizó una campaña para que la Real Academia de Pintura y Escultura de Francia se abriera a la admisión general de las mujeres.
El fin de la modernidad, por tanto, lentamente abrió lugar a otros puntos de vista, autorías y sistemas de representación. Así Berthe Morisot (1841- 1895) decidió convertirse en artista dedicándose a la pintura de forma profesional. Su trabajo la llevó a vincularse con el movimiento impresionista (la vanguardia del momento) al igual que sus colegas Mary Cassatt (1844- 1926) quien rechazó el matrimonio para dedicarse a su carrera y Marie Bracquemond (1840- 1916) que expuso junto al grupo en reiteradas oportunidades. Sin embargo, sus nombres quedaron ensombrecidos por el conjunto del movimiento que estaba conformado principalmente por hombres.
 Estas artistas no fueron la únicas opacadas por sus colegas varones, durante el siglo XX surgieron nuevas y grandes figuras que tuvieron que vivir a la sombra de sus amantes o esposos. Gabriele Münter (1877- 1962) trascendió como la estudiante y compañera de Vasily Kandinsky pero fue una pintora y fotógrafa expresionista que, entre otras cosas, salvó más de 80 obras del movimiento Der Blaue Reiter de su destrucción durante la Segunda Guerra Mundial. Frida Kahlo (1907- 1954) componente fundamental del arte mexicano, fue reconocida mundialmente recién después de su muerte, situada al nivel de su marido Diego Rivera aunque sus obras no alcanzan la misma cotización. Como así Lee Krasner (1908- 1984), esposa del artista Jackson Pollock y figura clave del expresionismo abstracto norteamericano, quien abandonó la pintura tras el éxito y las imperantes necesidades de su esposo a pesar de su asombrosa calidad y talento. 

Cansadas de lidiar con diferentes factores para poder sobresalir, las mujeres buscaron nuevos temas y soportes en su afán por manifestarse libremente. Así surgió el arte performático como el mayor representante de este grupo que exigía la reivindicación como idea de inclusión.
Durante 1950 y 1960, con esta ampliación de las prácticas se consiguió hablar contra la discriminación racista, clasista, homofóbica y de cualquier naturaleza sexista y contrario a la mujer, aunque el feminismo en el arte no consiguió erradicar su antigua ideología ni en su núcleo ni en sus mercados.
Si bien se ha construido la idea falsa de que toda forma de violencia ha desaparecido, en la actualidad continúan sucediéndose degradaciones semejantes: así como no existe un país en el mundo donde una mujer gane lo mismo que un hombre por hacer el mismo trabajo [3], la figura del ‘artista de éxito’ o de relevancia internacional todavía está sesgada a nivel de género, relacionada con lo masculino. Este es un paradigma que se ha intentado romper poco a poco y, aunque ha ganado muchos espacios, el crecimiento de la mujer no ha sido equiparable.  
Lo cierto es que existe una inequidad evidente en el número de oportunidades que se le otorgan: las artistas no cuentan con la misma cantidad de exposiciones individuales, sus obras cotizan a menor valor y no tienen la misma representación en galerías ferias o museos. La lucha entonces continúa para desprenderse definitivamente del papel que les fue heredado y conseguir que el actual sistema patriarcal y excluyente comience a utilizar criterios igualitarios.

Aunque es innegable que todos estamos influenciados por las creencias e ideologías de aquellos que precedieron a nuestra educación formal, no hay razón para afirmar que ciertos comportamientos no pueden cambiar porque están demasiado arraigados o ‘ya forman parte de nuestra cultura’. Como declarase Chimamanda Ngozi Adichie, las más importante escritora feminista nigeriana: “La cultura no hace a la gente, la gente hace a la cultura. Si es verdad que no forma parte de nuestra cultura el hecho de que las mujeres sean seres humanos de pleno derecho, entonces podemos y debemos cambiar nuestra cultura”. [4]  


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[1] DE BEAUVOIR, Simone; "El segundo sexo", Buenos Aires, 2008, Editorial Sudamericana, p. 91.
[2] ALARIO TRIGUEROS, Teresa; “Arte y feminismo”, San Sebastian, 2008, Editorial Nerea, p.14.
[3] Así lo manifiesta un informe sobre brecha de genero del Foro Económico Mundial (WEF), fundación sin fines de lucro con sede en Ginebra que analiza los problemas más apremiantes a nivel mundial con el compromiso de mejorar la situación global.
[4] NGOZI ADICHIE, Chimamanda; “Todos deberíamos ser feministas”, Buenos Aires, 2016, Penguin Random House Grupo Editorial, p. 53.  
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